Pues por medio de Él la ley del Espíritu de vida me ha liberado de la ley del pecado y de la muerte. Ro 8:2
jueves, 16 de abril de 2015
¡QUÉ ALEGRÍA CUANDO ME DIJERON...!
Salmos 122:1
"Yo me alegro cuando me dicen:
«Vamos a la casa del Señor.»"
Trato de visualizar lo que significaba subir al templo de Jerusalén en la época de David. El ir a la casa de Dios puede ser una tarea pesada, o una delicia. Para el salmista, claramente era algo muy placentero. Como un peregrino más, se alegraba en ir con todo el pueblo a adorar a Dios con todo su pueblo.
Si bien es cierto, sabemos que Dios no habita en templos construidos por hombres, hay un sentimiento especial el juntarnos con otros adoradores y cantarle a Dios. El autor de la carta a los hebreos lo tenía claro cuando escribió: "No dejemos de congregarnos, como algunos tienen por costumbre..."
En mi vida a veces detecto cuando el ir a la iglesia puede ser una tarea pesada: Cuando hay algún pecado no confesado o cuando mi amor por Dios se ha enfriado. Pero si estamos cerca de Dios y gozamos de Su Presencia, estaremos deseosos de adorarle y alabarle.
Nuestra actitud hacia Dios determinará nuestro punto de vista de la adoración y de comunión con los demás hermanos en la fe. ¡No dejemos de congregarnos!
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