Isaías 1:18
"»Vengan, pongamos las cosas en claro
—dice el Señor—.
¿Son sus pecados como escarlata?
¡Quedarán blancos como la nieve!
¿Son rojos como la púrpura?
¡Quedarán como la lana!"
I Crónicas 20:1-3 difiere del pasaje que lo acompaña en 2 Samuel 11. Este relato, escrito después del exilio, omite la mención del pecado de David con Betsabé, el punto más bajo de su vida. Esta omisión proporciona una hermosa ilustración del perdón total a través de Jesucristo. Si bien el pecado siempre tiene consecuencias, la gracia de Dios asegura que su pueblo no esté marcado permanentemente por los peores días de sus vidas o lo peor que hayan hecho.
En Cristo, la culpa del pecado no es simplemente descartada o ignorada. Jesús compró el perdón en la cruz. La redención y el perdón nunca son gratuitos: se compran con la sangre preciosa de Cristo y luego se ofrecen a hombres y mujeres como dones de gracia (Efesios 1:7). Uno de los grandes beneficios de la salvación a través de Jesús es que su pueblo se convierte en nuevas creaciones en Él: la vida anterior desaparece y comienza una nueva (2 Corintios 5:17). Las manchas de los viejos pecados y los lamentos de las decisiones impías, marcas de deshonra en la vida de los adoptados en su familia, se borran para siempre, gracias a la obra de Cristo en la cruz (Isaías 1:18).
Jesús, te agradezco por comprar mi perdón. Gracias por hacerme una nueva creación, libre de vergüenza y deshonra. Amén.
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