Pues por medio de Él la ley del Espíritu de vida me ha liberado de la ley del pecado y de la muerte. Ro 8:2
jueves, 29 de enero de 2015
CUANDO DIOS ENVÍA, DA
Éxodo 4:10-13
— Señor, yo nunca me he distinguido por mi facilidad de palabra —objetó Moisés—. Y esto no es algo que haya comenzado ayer ni anteayer, ni hoy que te diriges a este servidor tuyo. Francamente, me cuesta mucho trabajo hablar.
—¿Y quién le puso la boca al hombre? —le respondió el Señor —. ¿Acaso no soy yo, el Señor, quien lo hace sordo o mudo, quien le da la vista o se la quita? Anda, ponte en marcha, que yo te ayudaré a hablar y te diré lo que debas decir.
— Señor —insistió Moisés—, te ruego que envíes a alguna otra persona.
Moisés suplicó a Dios una y otra vez que enviara a otra persona en lugar de él. Alguien más que hiciera su misión. Después de todo, él no era un buen orador y probablemente (para él), se avergonzaría a sí mismo y avergonzaría a Dios. Pero Dios miró problema de Moisés de manera muy diferente.
Todo lo que Moisés necesitaba era un poco de ayuda, y ¿Quién mejor que Dios para ayudarlo a decir y hacer las cosas bien? Dios hizo su boca y le daría las palabras adecuadas que decir. Es fácil que nos concentremos en nuestras debilidades, pero si Dios nos pide que hagamos algo, entonces Él nos ayudará a tener las herramientas necesarias para hacer el trabajo.
Si el trabajo implica algunas de nuestras áreas débiles, entonces podemos confiar en que va a proporcionar palabras, la fuerza, el coraje y la capacidad donde sea necesario.
Cuando Dios nos da un encargo, es porque sabe que podemos hacerlo, Él mismo nos da la capacidad.
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