Pues por medio de Él la ley del Espíritu de vida me ha liberado de la ley del pecado y de la muerte. Ro 8:2
viernes, 1 de mayo de 2020
MANZANAS DE ORO
Proverbios 25:11
"Como manzanas de oro con incrustaciones de plata
son las palabras dichas a tiempo."
En la década de 1950, Mary creció sabiendo que era diferente de otros niños... y ella lo odiaba. Debido a que tenía un paladar hendido, había aprendido a defenderse de las bromas y las miradas de los niños que se burlaban de ella por su labio deformado, nariz torcida y distorsiones. Mary estaba convencida de que nadie fuera de su familia podría amarla... hasta que entró la señora Leonard. Sra. Ella tenía una sonrisa cálida, una cara redonda y un hermoso cabello castaño. A todos los niños les gustaba la Sra. Leonard, pero Mary llegó a amarla.
En esos días, los maestros administraban una prueba de audición en el aula. Desafortunadamente, Mary no solo tenía un impedimento del habla debido a su paladar hendido, sino que también estaba parcialmente sorda de un oído. Decidida a no dejar que los niños tuvieran algo más por lo que burlarse, pensó en una forma de hacer trampa en la prueba de audición: podría pasar la “prueba de susurro” cubriéndose la oreja mala y girando la buena oreja hacia su maestra. El día de la temida prueba de audición, seguramente Dios puso unas palabras en la boca de la Sra. Leonard que cambió la vida de Mary para siempre. Cuando llegó el momento de la "prueba de susurro" de Mary, escuchó claramente las palabras: "Desearía que fueras mi niña".
Salomón llamó a este tipo de palabras "manzanas de oro con adornos de plata". Son palabras que pueden borrar años de dolor y tristeza. Son palabras llenas de amor y aceptación. Son palabras que no tienen precio para quienes las escuchan.
Si alguien escuchara tus conversaciones, ¿cambiaría sus vidas para bien o para mal? ¿Te escucharían hablar sobre los defectos de carácter de los demás como si fueran defectos físicos o escucharían que consideras que los demás son hermosos a los ojos de Dios? Pregúntate si tus palabras edifican o destruyen. ¿Tus palabras alejan a otros de ti o los acercan? Y lo más importante: ¿atraen a otros a Dios?
Nunca es demasiado tarde para dispensar manzanas de oro con arreglos de plata. Busca a alguien que esté abatido y susurra una palabra de aliento. Nunca se sabe quién necesita escuchar las palabras: "Me gustaría que fueras mi amigo".
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