martes, 10 de noviembre de 2020

JESÚS COMO EL ÚLTIMO ADÁN

 

Romanos 5:12

"Por medio de un solo hombre el pecado entró en el mundo, y por medio del pecado entró la muerte; fue así como la muerte pasó a toda la humanidad, porque todos pecaron."


Se ha dicho que quienes no aprenden las lecciones de la historia están condenados a repetirlas. Para reinterpretar esta cita a la luz de la historia redentora, se podría decir que los creyentes que no entienden de dónde vienen, tampoco entenderán dónde ha estado la humanidad, dónde están ellos mismos, como seguidores de Cristo, ahora y hacia dónde van...


Pablo ayuda a sus lectores a ver la abrumadora consecuencia del pecado de Adán. Cuando el "Adán" del versículo 12 desobedeció el mandato directo de Dios, el pecado y la muerte entraron en el mundo. Adán representó a toda la humanidad futura. Él fue, en muchos sentidos, la primera y mejor esperanza de la humanidad: hubo y nunca habrá una situación más idílica en la que tener una comunión perfecta e ininterrumpida con Dios, y sin embargo, cayó. Con la elección de Adán de pecar vinieron las implicaciones heredadas para cada persona nacida en la raza de Adán: a saber, que todas las personas tienen una naturaleza pecaminosa en su esencia. Todas las personas nacen en el pecado; todos están bajo la maldición de la desobediencia que vino del Jardín del Edén. Cualquier padre puede testificar la verdad de que nunca enseñaron a sus niños pequeños a ser egoístas; vinieron por esa inclinación naturalmente.


Pero Jesucristo es el nuevo y último Adán. Adán enfrentó la tentación en el jardín en las mejores circunstancias; Jesucristo enfrentó la tentación en otro jardín en las peores circunstancias. Adán se inclinó ante su orgullo egoísta y su deseo de ser como Dios. Jesús resistió la tentación y se sometió a la voluntad de Dios. Por consiguiente, así como una sola transgresión resultó en condenación para todos, así también un acto de justicia resultó en justificación y vida para todos ”(Rom. 5:18). Pero aún hay más.


Como escribió Pablo, aunque la desobediencia que provocó la condenación y la alienación fue puramente mala, la obra de Jesús hizo más bien. A través de la cruz, Jesús venció el pecado y la muerte y ahora puede traer a la gloria a los hijos e hijas de Dios. Donde Adán falló, Jesús ganó.


Jesús, sé que nací como Adán: pecador, egoísta, caído, y sé que por mi cuenta, no tenía ninguna esperanza de redención. No puedo agradecerte lo suficiente por redimirme a través de tu muerte en la cruz. Amén.


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