Daniel 6:21-23
"—¡Que viva Su Majestad por siempre! —contestó Daniel desde el foso—.
Mi Dios envió a su ángel y les cerró la boca a los leones. No me han hecho ningún daño, porque Dios bien sabe que soy inocente. ¡Tampoco he cometido nada malo contra Su Majestad!
Sin ocultar su alegría, el rey ordenó que sacaran del foso a Daniel. Cuando lo sacaron, no se le halló un solo rasguño, pues Daniel confiaba en su Dios."
Cuando el Imperio Medo-Persa derrocó al Imperio Babilónico y reinó el Rey Darío, Daniel, quien había servido bajo el derrotado Rey Nabucodonosor de Babilonia, ascendió en las filas del gobierno, lo que puso celosos a otros funcionarios. Su malvado complot para reforzar la imagen de sí mismo del rey y atrapar a Daniel es bien conocido, al igual que su destino cuando Dios intervino para salvar a Daniel de los leones.
Este episodio apunta a Jesús. Como Daniel, Jesús fue condenado injustamente por sus enemigos. El gobernante pagano, Poncio Pilato, aunque sabía que Jesús era inocente, accedió a enviarlo a la muerte. Lo colocaron en un hoyo, una tumba, y le rodaron una piedra sellada. Ambos se levantaron victoriosos del pozo; sin embargo, Daniel no experimentó la muerte y Jesús sí. Daniel no derrotó a la muerte con su propio poder, pero Jesús sí. Tanto Daniel como Jesús fueron fieles a Dios, pero Jesús conquistó la muerte para que todos los creyentes puedan tener la victoria sobre el pecado y la muerte a través de Él.
Jesús, gracias por el ejemplo de Daniel. Ayúdame a ser fiel, fuerte y valiente contigo hasta la muerte. Sé que cuando yo muera, estarás del otro lado. Amén.
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