Isaías 42:1
"»Este es mi siervo, a quien sostengo,
mi escogido, en quien me deleito;
sobre él he puesto mi Espíritu,
y llevará justicia a las naciones."
La verdad y la justicia pueden manejarse como un martillo neumático; pueden venir con tanta fuerza que incluso aquellos que son eventuales beneficiarios de estas realidades se sienten destruidos en su camino. Pero esta descripción del siervo del Señor deja en claro que, aunque el Ungido de Dios traerá estas realidades del reino, no lo hará a expensas de los quebrantados.
Es tan cierto hoy como lo fue en los días de Isaías que en el mundo hay muchas personas que cuelgan de un hilo: puede ser un hilo de fe, un hilo de salud frágil o un hilo de esperanza. Estas personas son cañas quebradas, abatidas por sus circunstancias y sus intentos de permanecer fieles a Dios en su propio mundo quebrantado. El elegido de Dios es para este pueblo: para los que saben lo que significa llorar, tener hambre, tener sed y esperar con paciencia. En consecuencia, Jesús, este “escogido” de quien Isaías profetizó, no negó su poder ni su compasión de aquellos que estaban quebrantados en cuerpo y espíritu. En cambio, los sanó. Él trajo - y todavía trae - justicia a aquellos que son ignorados y despreciados por el reino de este mundo.
Jesús, a veces me siento como una caña quebrantada. Gracias por derramar tu compasión, misericordia y poder sanador por todos y cada uno de nosotros. Amén.
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