Josué 1:1-2
"Después de la muerte de Moisés, siervo del Señor, el Señor le dijo a Josué hijo de Nun, asistente de Moisés:
«Mi siervo Moisés ha muerto. Por eso tú y todo este pueblo deberán prepararse para cruzar el río Jordán y entrar a la tierra que les daré a ustedes los israelitas."
¿Qué tan difícil es esperar por algo que deseas ansiosamente?
¡Bastante difícil! Ya sea algo pequeño (como comer un postre después de la cena o abrir los regalos en la mañana de Navidad) o algo que cambie la vida (como casarse con el cónyuge o finalmente conocer a un nuevo bebé), esperar no es fácil.
Y la paciencia es especialmente difícil de conseguir en la cultura actual de la "gratificación instantánea". Desde la comida rápida hasta Internet, hay tantas cosas a nuestro alcance que, cuando algo no sucede instantáneamente, la frustración estalla.
Pero Dios es infinitamente paciente. Basta con mirar a Israel.
Dios ha esperado durante 40 años a que falleciera toda una generación de israelitas antes de llevar a su pueblo a la Tierra Prometida (también conocida como Canaán). Y es la tierra que le había prometido a Abraham varias generaciones antes.
Dios ha sido paciente durante cientos de años, pero finalmente ha llegado el día. ¡Por fin, Israel tendrá un lugar al que llamar hogar!
Mientras Israel reclama la Tierra Prometida bajo el liderazgo de Josué, una de las dos únicas personas que sobrevivieron a las expediciones del desierto (el otro fue Caleb), verá a Dios recompensando la fe y la paciencia.
Y lo hace mostrándose fiel. Con esta gran entrada a Canaán, Dios honra la fe de Josué y Caleb, quienes creyeron que el Señor les entregaría la tierra, así como la fe de Abraham, Isaac y Jacob, quienes creyeron en la promesa sin verla llegar. ¡Seamos como ellos!
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