viernes, 3 de enero de 2020

MANEJO DEL ESTRÉS




Daniel 2:30
"Por lo que a mí toca, este misterio me ha sido revelado, no porque yo sea más sabio que el resto de la humanidad, sino para que Su Majestad llegue a conocer su interpretación y entienda lo que pasaba por su mente."

Cuando se acercaba al trono del rey, un enjambre de susurros llena la habitación.

"¿Quién se cree que es?" "Nunca podrá hacerlo".

Avanzando constantemente y luchando con sus propias dudas, se pregunta: "¿Todos estos ojos boquiabiertos presenciarán una ejecución o un milagro hoy?"

Si bien estos pensamientos tuvieron lugar en su imaginación, ocurrió una situación similar en la realidad de Daniel. Se encontraba cara a cara con un déspota impredecible, el rey Nabucodonosor, que había asesinado a muchos de los familiares y amigos de Daniel durante su exilio en Babilonia. Ahora la propia vida de Daniel estaba en peligro (junto con todos los demás académicos y asesores clave de la nación) a menos que alguien, cualquiera, pudiera interpretar el extraño sueño del rey. La vida de Daniel dependía de poder hacer lo que nadie había podido hacer, ni siquiera los "sabios" del rey.

Hablamos hoy día sobre el estrés. Daniel enfrentó una circunstancia aparentemente imposible y peligrosa que requería la mayor sabiduría y valentía. No solo había sido exiliado a Babilonia (la actual Bagdad), sino que ahora se enfrentaba a un drama aún más apremiante.

¿Cómo manejó Daniel esta situación súper dramática y de alto estrés? Lo enfrentó cultivando una relación cercana con Dios y dependiendo de Dios para obtener sabiduría y poder (versículos 20-23). Cuando el drama se calentó y le preguntaron si podía interpretar el sueño de Nabucodonosor, Daniel no habló por sí mismo. Él respondió humildemente: "Nadie [puede] explicarle al rey el misterio sobre el que ha preguntado, pero hay un Dios en el cielo que revela misterios" (versículos 27-28). Daniel invitó a Dios a su drama.

En el curso de nuestras vidas, a veces se nos llama a enfrentar situaciones estresantes o incómodas. Puedes trabajar como la única mujer en el liderazgo de tu iglesia; es posible que cuides a tus suegros mayores, o que te haya tocado vivir con un niño con capacidades especiales. No importa cuál sea la situación, la mejor manera de manejarlo con gracia y sabiduría es invitar a Dios a dirigir las circunstancias. Deja que te abra camino con su sabiduría. Apóyate en su fuerza. Confía en sus ideas. Es posible que no sientas que puedes manejar el estrés, pero con la ayuda de Dios, puedes hacerlo.

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