sábado, 15 de febrero de 2020

SEMBRANDO




Marcos 4:26-29
"Jesús continuó: «El reino de Dios se parece a quien esparce semilla en la tierra.
Sin que este sepa cómo, y ya sea que duerma o esté despierto, día y noche brota y crece la semilla.
La tierra da fruto por sí sola; primero el tallo, luego la espiga, y después el grano lleno en la espiga. Tan pronto como el grano está maduro, se le mete la hoz, pues ha llegado el tiempo de la cosecha»."


La parábola de la siembra de la semilla nos ayuda a comprender el proceso de poner nuestra fe en acción a través del evangelismo. Somos como el sembrador, sembrando la valiosa semilla donde quiera que vayamos. Aunque somos fieles a la tarea, no todos escucharán de inmediato. Algunos podrían no responder a nuestras palabras; otros pueden tener prejuicios culturales contra el cristianismo; otros pueden estar demasiado ocupados para prestar atención a nuestras palabras.

Pero para aquellas personas en quienes la semilla da fruto, la alegría de una nueva vida en Cristo es grande: la semilla que sembramos en ellas puede producir cosechas mucho más grandes de lo que podríamos imaginar. Y aunque sería bueno poder controlar qué semilla arraiga y cuál no, ese no es nuestro trabajo. Nuestro papel es ofrecer la semilla; Dios se encargará del resto (ver Marcos 4:26-29).

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