Salmos 61:2
"Desde los confines de la tierra te invoco,
pues mi corazón desfallece;
llévame a una roca donde esté yo a salvo."
Consciente de su propia fragilidad, el salmista anhelaba la estabilidad y la seguridad que podía encontrar en Dios: su roca de fortaleza. Dios es inquebrantable. Es inalterable en sus propósitos, para nada perturbado por la oposición o la resistencia. Nada puede desafiar su fuerza. El salmista fue sabio al reconocer su propia vulnerabilidad, recurriendo a apoyarse en alguien cuya posición está fijada para siempre, confiando en su Dios inamovible.
El Nuevo Testamento compara a Jesús con una roca espiritual, identificándolo como la fuente que una vez sostuvo a Moisés y a los israelitas liberados de Egipto (1 Cor 10:4). Desde esta roca, disfrutaron de un suministro milagroso de agua desesperadamente necesaria (Núm 20:6-11). Jesús provee vida para personas sin esperanza. Todos los que lo invocan y creen en su nombre serán salvos (Rom 10:13). Jesús también se conoce como una roca que hace tropezar a la gente (1 Pedro 2:8). Incluso hoy, su inflexible llamado al arrepentimiento hace que algunas personas lo rechacen porque aman el pecado y las cosas de la tierra. El claro mensaje de salvación de Jesús solo a través de su nombre es demasiado para que mucha gente lo acepte: se niegan a confiar en Él como el tan esperado Mesías.
Jesús, soy vulnerable, pero tú no. Eres mi roca, y oro para que, dependiendo completamente de ti para protección y provisión, pueda llevar a otros a hacer lo mismo. Amén.
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