Isaías 46:9-11
"Recuerden las cosas pasadas, aquellas de antaño;
yo soy Dios, y no hay ningún otro,
yo soy Dios, y no hay nadie igual a mí.
Yo anuncio el fin desde el principio;
desde los tiempos antiguos, lo que está por venir.
Yo digo: Mi propósito se cumplirá,
y haré todo lo que deseo.
Del oriente llamo
al ave de rapiña;
de tierra distante,
al hombre que cumplirá mi propósito.
Lo que he dicho, haré que se cumpla;
lo que he planeado, lo realizaré."
Como gobernante soberano del cosmos, Dios puede hacer todo lo que le plazca. Su palabra no es simplemente un consejo o una predicción; es una declaración, incluso si los humanos aún no ven la evidencia visible de esa declaración en el mundo. Se puede confiar en que el que conoció el final antes del comienzo no solo sabrá lo que sucederá, sino que lo llevará a cabo en la forma y el momento en que lo considere oportuno.
Como profeta, Jesús también tenía la capacidad de declarar lo que ocurriría y lo que no ocurriría. Considera sus declaraciones de que reconstruiría el templo en tres días, que Jerusalén sería destruida e incluso su declaración directa de su propio sufrimiento, muerte y resurrección por venir (Mt 16:21). Así como Dios declaró su palabra por medio del profeta Isaías, así también Jesús hace declaraciones como profeta: palabras que no nacen de su propia opinión o deducción lógica, sino del conocimiento de Dios desde el principio. Así como confiamos en las declaraciones de Dios el Padre, también podemos confiar en las declaraciones de Jesús, el Hijo de Dios.
Jesús, te alabo por tu soberanía, tu omnisciencia y tu fidelidad. Borra cualquier duda que pueda permanecer en mi corazón o mente, para que pueda confiar en ti con todo lo que soy. Amén.
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