2 Samuel 24:14
"—¡Estoy entre la espada y la pared! —respondió David—. Pero es mejor que caigamos en las manos del Señor, porque su amor es grande, y no que yo caiga en las manos de los hombres."
Con el objetivo de aclarar las consecuencias de una vida descuidada para su hijo, un padre le dijo que clavara un clavo en el poste cada vez que hiciera algo mal. Luego, cada vez que el niño hacía un acto bondadoso, se le decía que sacara un clavo. El hijo hizo lo que le indicaron, pero pronto descubrió que, aunque podía sacar el clavo, no podía hacer nada con el orificio del clavo. Uno podría cambiar sus caminos, pero las cicatrices del pecado permanecen.
David desobedeció descaradamente a Dios al "contar a Israel". La cuestión no era si estaba bien o mal realizar el censo. Más bien, el problema era de obediencia. Dios había dicho "No", pero David insistió en su propio camino. Una ley de hierro de la vida es que el mal será castigado, y el pecado de David no fue la excepción. Llegó el juicio y David recibió alternativas de castigo. De las opciones dadas, David decidió arriesgarse con Dios en lugar de la crueldad del hombre (2 Samuel 24: 10-14). Fue una sabia decisión.
Dos lecciones importantes surgen de esta importante oración bíblica. En primer lugar, nunca podremos salirnos con la nuestra con el mal. Siempre sufriremos con las cicatrices del pecado. Pero, en segundo lugar, también podemos confiar en las misericordias de Dios para restaurarnos, si venimos en plena confesión y buscamos sinceramente Su ayuda. Cuánto mejor es si obedecemos en primer lugar.
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