Éxodo 32:11
"Moisés intentó apaciguar al Señor su Dios, y le suplicó:
—Señor, ¿por qué ha de encenderse tu ira contra este pueblo tuyo, que sacaste de Egipto con gran poder y con mano poderosa?"
Una de las fábulas más divertidas de Esopo habla de las liebres que estaban abatidas porque sus vidas estaban en constante peligro por los zorros, leones, osos y hombres. Debido a esta lamentable situación, decidieron ahogarse. Sin embargo, cuando llegaron al lago, las ranas que tomaban el sol saltaron al agua. "En realidad nos tienen miedo", gritó una de los liebres. "¡Los asustamos!" Las liebres luego abandonaron sus planes de suicidio y pasaron el resto de sus días sentadas alrededor del borde del lago asustando a las ranas.
La reacción del hombre a su suerte en la vida es a menudo la misma que la de las liebres. Responde a su entorno con ira u hostilidad y recurre a la autodestrucción o la destrucción de otros. Esta fue la respuesta de Israel cuando Moisés fue a la cima de la montaña para encontrarse con Dios. Después de que Moisés se había ido por muchos días, la desesperación se apoderó de ellos. Los israelitas comenzaron a sentir lástima de sí mismos y se perdieron en la lujuria y la destrucción.
Esa fue la visión maligna que recibió a Moisés cuando bajó de la montaña. Dios estaba tan enojado que quería destruir a la gente. Pero Moisés oró (Éxodo 32: 11-14) e Israel se salvó. La reacción de Moisés a la crisis fue la más sabia: oró. Cuando surgen problemas, sería mucho más sabio orar que reaccionar con hostilidad o caer en la desesperación.
La oración debe ser nuestra primera reacción ante cualquier crisis.
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