Génesis 18:32
"Abraham volvió a decir:
—No se enoje mi Señor, ero permítame hablar una vez más. Tal vez se encuentren solo diez…
—Aun por esos diez no la destruiré —respondió el Señor por última vez."
Hay una historia clásica sobre un hombre que creía firmemente en la predestinación. Una vez, después de caer por las escaleras, exclamó: "¡Bueno, me alegro de terminar con esto de una vez!" Este incidente humorístico nos recuerda que hay quienes creen que nada se puede cambiar ni siquiera con la oración. Sin embargo, la Palabra de Dios nos recuerda que Dios se mueve para cambiar las cosas y las personas mientras oramos (Génesis 18: 23-32).
Abraham recibió un visitante divino y se le informó de los planes de Dios para la destrucción de las ciudades inicuas de Sodoma y Gomorra. Abraham, siendo un hombre compasivo, trató de salvar las ciudades a través de la negociación de cargos. Le pidió a Dios que no los destruyera si se encontraban cincuenta justos. Dios estuvo de acuerdo y la negociación continuó. Dios finalmente prometió perdonar a las ciudades si se encontraban allí diez hombres justos. Si Abraham hubiera continuado más allá de los diez, ¿habría podido salvar las ciudades? No sabemos con certeza la respuesta a esa pregunta, pero vemos a Dios moviéndose para cambiar mientras la gente ora.
Cristo nos dice que tenemos las llaves del Reino. Lo que atamos en la tierra está atado en el cielo. Lo que soltemos aquí se suelta allá. En otras palabras, Dios solo se mueve entre los hombres cuando oramos. Por eso Jesús nos enseñó a orar: Hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo. Hoy, que verdaderamente aprendamos el impacto de la oración y comencemos a orar con significado y poder.
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