“Sed, pues, imitadores de Dios como hijos amados”
Estoy viviendo una etapa inolvidable: Esperando a mi primer hijo varón, me declaro oficialmente nervioso y pido mucha ayuda a Dios porque, ¿Saben a quién querrá imitar en todo? Claro, a mi.
He visto a gran cantidad de personas cuyos hijos hablan, caminan, (insultan), y una gran cantidad de cosas más... ¡Justo como su papá! Es una responsabilidad muy grande pero es una gran oportunidad también de hacer bien las cosas y que alguien más pueda tomar ejemplo para gloria del Padre celestial.
Esto es exactamente lo que Pablo tenía en mente cuando nos exhortó a «ser imitadores de Dios» (Efesios 5:1). Pero la vida sabe cómo hacer de nosotros cualquier cosa menos parecidos a Dios. A menudo somos indiferentes, irascibles, gruñones y no perdonamos -¡evidentemente demasiado de nuestro propio estilo y no lo suficiente del de Él-!
Recuerda, somos salvos para llevar el parecido familiar, para ser cada vez más como Jesús y menos como nosotros mismos.
Recuerda: Todo hijo de Dios debe tener un parecido cada vez mayor con el Padre.
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