Pues por medio de Él la ley del Espíritu de vida me ha liberado de la ley del pecado y de la muerte. Ro 8:2
sábado, 5 de julio de 2014
LA GRAN CARRERA
1 Corintios 13:8
“El amor nunca deja de ser”
En estos tiempos que se habla de deporte a nivel mundial, ya sea futbol, atletismo o alguna otra disciplina, mis pensamientos se remontan a Eric Liddell, un antiguo campeón inmortalizado por su sorprendente victoria la cual le valió la medalla de oro en la carrera de los 400 metros durante los Juegos de París en 1924. Un año después de su triunfo, Liddell partió para China, donde pasó los últimos veinte años de su vida como maestro misionero y pastor rural. Allí corrió la más grande carrera de su vida contra los adversarios que todos conocemos -las circunstancias difíciles, la guerra, la incertidumbre y la enfermedad.
Hacinado en un campo de internamiento japonés junto con otras 1,500 personas, Eric vivió las palabras que había parafraseado de 1 Corintios 13:6-8: «El amor nunca está contento cuando los demás se pierden. El amor no encuentra placer alguno en la injusticia, pero se regocija en la verdad. El amor siempre tarda en darse a conocer, sabe cómo permanecer en silencio. El amor siempre está ansioso por creer lo mejor de una persona. El amor está lleno de esperanza, lleno de paciente resistencia; el amor nunca falla».
Eric sirvió a los demás prisioneros en el campamento, ya fuera cargando agua para los ancianos o como árbitro en los partidos para los adolescentes. Cuando murió de un tumor cerebral en febrero de 1945, un interno le describió como un hombre «que vivió mejor de lo que predicó».
En la carrera más difícil de la vida, Eric Liddell cruzó la meta victorioso por medio del amor.
El amor nos capacita para caminar sin temor, correr con confianza y vivir en victoria.
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