Salmo 119:149
"Oye mi voz conforme a tu misericordia…"
Cuando amamos a los demás, los escuchamos. Claro que se necesita tiempo y esfuerzo para centrar la atención en ellos y para oír lo que están diciendo. Pero cuando lo hacemos, demostramos un genuino interés y respeto.
Una de las primeras cosas que aprendí de recién casado fue el poder escuchar a mi esposa. A la típica pregunta de "¿Cómo te fue hoy?"... esa que los hombres contestamos con 2 o 3 palabras, mi amada esposa durante varios minutos me habló de lo que le había pasado, las dificultades que había afrontado... y en mi bien intencionado esfuerzo por "resolver" sus problemas le empecé a dar una lista de cosas que ella "debía hacer".
Ella sólo me miró y suspiró. Entonces lo supe. Ella ya había resuelto todo, y de una mejor forma que mi punto de vista. Entendí entonces que ella no necesitaba que yo resolviera sus problemas, sino que escuchara lo que había hecho, que me interesara en lo que le había pasado. Que entendiera lo que había sentido.
Cuando David suplicó: "Oye mi voz conforme a tu misericordia…" (Salmo 119:149), estaba expresando la verdad de que el Dios que nos ama, también nos escucha. Escuchar forma parte de amar.
Escuchar a una esposa, a un esposo, a un compañero de trabajo o a un amigo creyente puede ser justo lo que esa persona necesita cobrar ánimo o para ver un problema con más claridad. Escucha. Dios mismo demuestra que el amor escucha.
Escuchar puede ser lo más hermoso que hagas hoy.
P.S. Aprovecho este espacio para dar gracias a Dios por la inspiración de esta reflexión y la de mi vida. A quien amo después que a Dios y antes que mi hijo. Mi amada esposa. Feliz cumpleaños, que Dios te de larga vida junto a Él. Junto con nuestro hijo, te amamos.
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