viernes, 28 de noviembre de 2014

ORACIONES


Apocalipsis 8:4
"Subió a la presencia de Dios el humo del incienso con las oraciones de los santos"


¿Tiene la oración algún impacto real en nuestro mundo? ¿O simplemente se trata de una conversación privada con Dios?

¿Qué sucedería si cumpliéramos literalmente el mandamiento de Jesús de amar a nuestros enemigos y orar por aquellos que nos persiguen? ¿Y si se nos llegara a conocer por acercar el cielo a los marginados y a las personas desagradables?

En Apocalipsis, el apóstol Juan prevé una conexión directa entre el mundo visible y el invisible. En un momento culminante de la historia, el cielo queda en silencio. Siete ángeles se ponen de pie con sus trompetas, esperando. Impera el silencio, como si todo el cielo estuviera escuchando de puntillas. Luego, un ángel recoge las oraciones del pueblo de Dios en la tierra —todas las oraciones acumuladas de alabanza, lamento, abandono, desesperación, ruego, etc.— las mezcla con incienso y las presenta delante del trono de Dios (8:1-4). El silencio finalmente se rompe cuando las fragantes oraciones son arrojadas a la tierra: desatando una tormenta de «truenos, y voces, y relámpagos, y un terremoto» (v. 5).

El mensaje es claro. Las oraciones son esenciales en la victoria final sobre el mal, el sufrimiento y la muerte.

La obra de Dios la realizan los que oran y actúan.

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