Pues por medio de Él la ley del Espíritu de vida me ha liberado de la ley del pecado y de la muerte. Ro 8:2
miércoles, 26 de noviembre de 2014
APACIBLE Y DELICADO
Salmo 46:10
"Estad quietos, y conoced que yo soy Dios; seré exaltado entre las naciones; enaltecido seré en la tierra"
Cuando Dios le habló a Elías en el Monte Horeb, lo pudo haber hecho con el viento, el terremoto, o el fuego. Pero no lo hizo así. Le habló con «un silbo apacible y delicado» (1 Reyes 19:12). Dios le preguntó: «¿Qué haces aquí, Elías?» (v. 13), cuando éste se escondía de Jezabel, quien había amenazado con matarle.
La respuesta de Elías reveló lo que Dios ya sabía: La profundidad de su temor y desaliento. En efecto, le dijo: «Señor, he sentido un vivo celo cuando los demás te han abandonado. ¿Qué recibiré por ser el único que te defiende?» (ver el v. 14).
¿Era en realidad Elías el único que servía a Dios? No. Dios tenía a «siete mil, cuyas rodillas no se doblaron ante Baal» (v. 18).
Puede que en las profundidades de nuestro temor o desesperación también pensemos que somos los únicos que servimos a Dios. Puede que eso suceda justo después de haber llegado a la cumbre de algún éxito, como le sucedió a Elías. El Salmo 46:10 nos recuerda «estad quietos y conoced» que Él es Dios. Cuanto antes nos centremos en Él y Su poder, tanto más pronto veremos que somos librados de nuestro temor y autocompasión.
Tanto los fracasos de nuestra vida, como nuestros éxitos pueden ahogar el silbo apacible y delicado de Dios. Es momento de que acallemos nuestros corazones para escucharle a Él mientras meditamos en Su Palabra.
Para estar sintonizados con la voz de Dios, debemos dejar de estar sintonizados con el ruido de este mundo.
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