Pues por medio de Él la ley del Espíritu de vida me ha liberado de la ley del pecado y de la muerte. Ro 8:2
jueves, 24 de octubre de 2019
AL QUE VIVE
Lucas 24:5
"Asustadas, se postraron sobre su rostro, pero ellos les dijeron:
—¿Por qué buscan ustedes entre los muertos al que vive?"
Todo el cristianismo se resume en un evento histórico verificable. Y esto lo cambia todo. Jesús de Nazaret, un rabino y profeta judío, que afirmó ser el Mesías acerca del cual la Escritura predijo, fue arrestado, condenado en un juicio ilegal y crucificado. La lanza de un soldado en su costado y la sangre y el agua que fluyeron de la herida confirmaron que sus pulmones se habían colapsado. Él estaba muerto.
Días después de que su cuerpo hubiera sido preparado y colocado en una tumba sellada, algunas mujeres volvieron a la tumba y encontraron el sello romano roto, la piedra lejos de la entrada y su cuerpo (junto con los guardias cuyas vidas dependían de su vigilancia) desaparecido. Poco después de ese día, más de 500 personas afirmaron haberlo visto con vida. Otros afirmaron haberlo visto ascender al cielo. La mayoría de estos testigos todavía estaban vivos cuando se escribieron los cuatro Evangelios. Si las palabras de estas "Buenas Nuevas" no fueran ciertas, uno de esos testigos seguramente las habría refutado.
Aquellos que se comprometieron a seguir a Jesús desde el principio no obtuvieron ningún beneficio visible de seguirlo, ni riqueza, ni poder ni posesión. Más bien, muchos fueron golpeados, apedreados, torturados y crucificados. Sin embargo, el cristianismo ha persistido a través de la historia hasta hoy. Y debido a que sabemos que este relato de la muerte y resurrección de Jesús es real, también podemos saber que sus promesas son seguras. El que murió como criminal para quitarnos nuestro pecado está vivo ahora, preparando un lugar para nosotros. Y un día, volveremos a vivir con Él.
Oración. Amado Señor, nos has llamado a nacer de nuevo a una esperanza viva que viene a través de la resurrección de Jesucristo. Estás preparando una herencia para mí que nunca se corromperá y nunca se desvanecerá. Y, sin embargo, confieso que a menudo pongo mi esperanza en otras cosas. Líbrame de la futilidad de las esperanzas perdidas. Enséñame la sabiduría de buscarte y encontrar seguridad en tu carácter inmutable. Solo tus promesas se mantendrán para siempre. Es una locura confiar en las personas, las posesiones o la posición porque todo esto finalmente termina y decepciona. En cambio, pongo mi esperanza en ti. Oro para que crezca en conocerte, amarte y confiar en ti. En el nombre de Jesús oro. Amén.
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