Pues por medio de Él la ley del Espíritu de vida me ha liberado de la ley del pecado y de la muerte. Ro 8:2
martes, 8 de octubre de 2019
ENTONCES LA CORTINA DEL SANTUARIO SE RASGÓ EN DOS...
Mateo 27:50-51
"Entonces Jesús volvió a gritar con fuerza, y entregó su espíritu.
En ese momento la cortina del santuario del templo se rasgó en dos, de arriba abajo. La tierra tembló y se partieron las rocas."
Desde la caída de los humanos en el jardín, las personas han vivido con el conocimiento de que están separadas de su Creador. Los judíos en los días de Jesús lo sabían muy bien, y en caso de que lo olvidaran, estaba la cortina: la cortina grande y pesada de hilo azul, púrpura y escarlata y lino finamente retorcido (véase Éxodo 26:31).
Cuatro pulgadas de grosor y tan fuerte que el historiador Josefo dijo que los caballos atados a ambos lados tirando de él no podían romperlo en dos, separó dos habitaciones en el tabernáculo. Aunque el telón era hermoso, su verdadero propósito no lo era. No separaba simplemente dos habitaciones; existía para impedir la entrada al lugar sagrado de Dios. Enviaba un mensaje sobre la separación entre Dios y las personas, sirviendo como un recordatorio de que nadie debía acercarse a Dios excepto por las formas limitadas que prescribió meticulosamente.
La cortina representaba una puerta cerrada, abierta solo para el sumo sacerdote, y para él solo una vez al año. Y la única forma en que podía sobrevivir a la entrada a ese lugar sagrado era rociando sangre. La cortina constantemente le recordaba al pueblo de Dios su pecado y la separación que traía entre ellos y Aquel que anhelaban. La cortina, en una sola pieza durante tantos años, comunicaba que Dios es santo y que su pueblo, en su pecado, no lo era.
Preparemos nuestros corazones para celebrar el día en que se cortó el telón en dos, de arriba abajo, de Dios a los humanos. Jesús fue el verdadero y perfecto sacrificio, pagando la pena por todos los pecados, de una vez por todas. El telón ya no tenía un propósito. Recordemos solemnemente el sacrificio de Jesús el día que se nos abrió el lugar sagrado.
Oración:
Padre todopoderoso, me alegro de saber que realmente quieres estar conmigo, siendo sólo un pecador, y tenerme contigo. Me doy cuenta de que tu gracia está mucho más allá de mi capacidad de comprender. La espada del juicio que debería haber sido sostenida sobre mí fue quebrantada en tu Hijo y eliminó todas las barreras entre nosotros. Enséñame a presentarte con la combinación adecuada de humildad y confianza. Confieso mi necesidad por ti y confío en lo que has hecho por mí. En el nombre de Jesús oro. Amén.
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