lunes, 13 de abril de 2020

NUESTRO CONSUELO



2 Corintios 1:3-5
"Alabado sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, Padre misericordioso y Dios de toda consolación, 
quien nos consuela en todas nuestras tribulaciones para que, con el mismo consuelo que de Dios hemos recibido, también nosotros podamos consolar a todos los que sufren. 
Pues, así como participamos abundantemente en los sufrimientos de Cristo, así también por medio de él tenemos abundante consuelo. "


Atrapado como una mosca en un frasco. Sofocado, me asomé, mirando los sueños, esperanzas y alegrías de los demás centellear y volar junto a mis sueños también truncados. Nos habían comunicado que el trabajo que había tenido los últimos 10 años no iba a continuar. De hecho, la empresa iba a cerrar operaciones en mi país. Más de 100 personas nos quedamos sin empleo.

Enojado. Triste. Agotado. Esperando el último día nada más.

Silenciado por la duda. Menospreciado por la indignidad. Disminuí mi dolor, temiéndolo insignificante. En el proceso menospreciaba la preocupación de Dios por mi dolor. Me habían ofrecido consuelo, pero me alejé, pensando que no valía la pena.

Pero Dios, que no se equivoca y tiene un plan perfecto, sabía lo que vendría. En estos primeros 2 meses sin trabajo, encontré un refugio y un consuelo en mi mejor amiga: mi esposa. En mi familia. En mi país las medidas por la pandemia han sido toque de queda 12 horas diarias. Sólo salir a comprar lo necesario. Este tiempo con mi mejor amiga ha sido un bálsamo y un consuelo. Las horas que paso junto a mis hijos han sido sanadoras y consoladoras. He tenido el tiempo de reconocer el dolor, enfrentarlo y seguir adelante. Todo perfectamente planeado por Dios.

Quizás es hora de reconocer el dolor, como lo hizo Job en Job 7:11. Tomar conciencia del cuidado del Señor: una presencia "siempre presente". No importa lo que hayan dicho otras voces, tu dolor es válido. Dios se preocupa profundamente y anhela curarte. Ningún dolor es demasiado grande... o demasiado pequeño. A menudo solo necesitamos que alguien nos recuerde que Dios anhela quitar la tapa de nuestro frasco y volar a nuestro lado, a alturas nuevas e inimaginables.

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