Isaías 53:3
"Despreciado y rechazado por los hombres,
varón de dolores, hecho para el sufrimiento.
Todos evitaban mirarlo;
fue despreciado, y no lo estimamos."
“Dame tu cansado, tu pobre, tus masas acurrucadas que anhelan respirar libremente. . . ¡Envíenme a estos, los indigentes, sacudidos por la tempestad, levanto mi lámpara al lado de la puerta dorada!
Estas palabras, inscritas en la base de la Estatua de la Libertad, concluyen un poema titulado "El nuevo coloso" compuesto por Emma Lazarus. Con la antorcha en la mano, La Estatua de la Libertad se erige como un símbolo de libertad y un faro acogedor para los emigrantes que llegan a los Estados Unidos en busca de éxito, felicidad y un nuevo comienzo.
¿Te sientes cansado o pobre? ¿Anhelas la libertad? ¿Te sientes sacudido por las tormentas de la vida? La mayoría de nosotros experimentamos estas condiciones en algún momento. Isaías describe a alguien que entiende exactamente cómo nos sentimos. Incluso su propio pueblo rechazó a este "hombre de sufrimiento" (Isaías 53: 3). Muchos lo odiaban. Nada acerca de su mera apariencia física atraía a la gente. En resumen, la mayoría de nosotros no le habríamos dado a esta persona ni siquiera la hora del día.
Sin embargo, este pasaje describe al individuo más convincente en la historia del mundo. De alguna manera no podemos resistirlo. Quizás es lo que Él ofrece: Él mismo como uno, alguien que conoce el dolor y, sin embargo, que ofrece paz y alivio. Se ofrece a sí mismo como sacrificio por nuestros pecados. El es el Mesías. E Isaías deja en claro que Jesús se identifica con todas las dificultades que podríamos enfrentar. Él sabe lo que es ser aplastado, despreciado, rechazado y con un profundo dolor emocional. Él conoce la tranquila desesperación que soportamos cuando nos enfrentamos a facturas crecientes, pérdida de trabajo, discordia matrimonial, desafíos parentales y todas las demás cosas de la vida que, si no somos sabios, nos arrodillan.
Tómate unos minutos para releer el pasaje de hoy y deja que las palabras se hundan en tu conciencia. Este Jesús, el mismo Hijo de Dios, vino a la Tierra con el solo propósito de convertirse en uno de nosotros, aunque sea temporalmente. Entonces, cuando nos arrodillamos ante Jesús, nos arrodillamos ante alguien que puede relacionarse con nuestras luchas y dificultades. Se arrodilla junto a nosotros para revitalizar nuestra energía, aliviar nuestro estrés, liberarnos del pecado y permitirnos soportar las tormentas de la vida. Luego, a través de su poderoso Espíritu Santo, nos ofrece un nuevo comienzo.
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