miércoles, 12 de agosto de 2020

ABBA, PADRE



Romanos 8:15
"Y ustedes no recibieron un espíritu que de nuevo los esclavice al miedo, sino el Espíritu que los adopta como hijos y les permite clamar: «¡Abba! ¡Padre!»"


Jesús fue un hijo. Comprender la relación de Jesús con su Padre es esencial para comprender quién es Jesús. Cuando Jesús oró en este pasaje, usó la palabra "Abba", que es la palabra aramea para "papá". Cuando Jesús pronunció el nombre de su Padre en ambos términos, reveló un amor tanto en el lenguaje de su corazón como en el lenguaje común del día, y representa a Jesús hablando con Dios en los términos más personales. Jesús habló con su padre como un hijo amoroso hablaría con su padre.

Las circunstancias de esta conversación fueron terribles. Jesús estaba hablando de "la hora" y "la copa" que debía beber, lo que presagiaba su muerte inminente. Figurativamente, la copa contenía el juicio de Dios por el pecado del mundo. Jesús sabía que tenía que beberlo para cumplir el plan del Padre para su vida, para la redención de su pueblo.

En el sufrimiento de Jesús, descubrimos una verdad maravillosa sobre el amor de Dios. Nuestro Padre celestial trabaja todo junto para el mayor bien a largo plazo, incluso si ese bien requiere temporadas difíciles para sus hijos a corto plazo. La presencia de dolor y sufrimiento no niega la bondad de Dios como Padre para sus hijos. En cambio, la presencia de Dios es lo que ayuda a llevar a su pueblo a través del dolor y el sufrimiento. Los creyentes pueden mirar a Dios y llamarlo también "papá": "El Espíritu que recibiste no te hace esclavo, de modo que vuelves a vivir con miedo; más bien, el Espíritu que recibió provocó su adopción a la filiación. Y por Él clamamos: "Abba, padre" (Ro 8:15).

Jesús, gracias por tu sacrificio, que me permitió conocer a Dios como Padre, como Abba, como papá. Amén.

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