Josué 16:1-4
"El territorio asignado a los descendientes de José comenzaba en el río Jordán, al este de los manantiales de Jericó; y de allí ascendía hacia la región montañosa de Betel, a través del desierto.
De Betel, es decir, Luz, continuaba hacia el territorio de los arquitas hasta Astarot, descendía hacia el oeste al territorio de los jafletitas hasta la región de Bet Jorón de Abajo y Guézer, y terminaba en el mar Mediterráneo.
Así fue como las tribus de Manasés y Efraín, descendientes de José, recibieron como herencia sus territorios."
Dios cumplió su promesa dando una asignación de la tierra a cada una de las tribus de Israel (Núm 33:54). Entre una gran masa de la humanidad, Dios se encargó de proveer a cada una de las tribus y, en consecuencia, a cada una de las familias que componen estas tribus. El Rey soberano del universo cuida personalmente a cada persona que recibe su promesa. A dos tribus y media se les dio tierra en el lado este del Jordán, mientras que a las nueve tribus y media restantes se les dio territorio al oeste del Jordán.
Jesús también hizo un notable reclamo registrado en el Evangelio de Juan. Se comparó con un buen pastor que finalmente daría su vida para demostrar su amor y cuidado por sus ovejas. Este cuidado pastoral se ve en la atención personal que presta a cada una de sus ovejas. La capacidad de las ovejas para escuchar y responder a la voz del pastor demuestra su conocimiento de Él. Él llama a sus ovejas, no como grupo, sino individualmente, por su nombre. Dios también guarda a los que llama, y no permitirá que ningún enemigo se los arrebata de su mano.
Jesús, gracias por conocer a cada una de tus ovejas personalmente. Estoy muy agradecido de oírte llamarme y de poder responder. Amén.
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