sábado, 15 de febrero de 2014

EL DIOS QUE CREÓ TODO


"Cuando veo los cielos, obra de tus dedos, la luna y las estrellas que tú formaste, digo, ¿qué es el hombre para que tengas de él memoria?"
 Salmo 8.3–4

A lo largo de la historia, hemos llegado a "comprender" cómo las tormentas se forman. Diagramamos los sistemas solares y trasplantamos corazones. Medimos las profundidades de los océanos y enviamos señales y satélites artificiales a planetas distantes. Hemos estudiado el sistema y estamos "aprendiendo" su funcionamiento.

Y, lamentablemente para algunos, la pérdida de misterio ha conducido a la pérdida de majestad. Mientras más sabemos, menos creemos. Es extraño, ¿no crees? El conocimiento del funcionamiento del universo y todo lo que existe no debería dejar de maravillarnos. El conocimiento debería estimular la fe en Dios y su majestad. ¿Quién tiene más razones para adorar que el astrónomo que ha visto y estudiado las estrellas?

Irónicamente, mientras más sabemos, menos adoramos. Nos impresiona más el descubrimiento del interruptor de la luz que al que inventó la electricidad… En lugar de adorar al Creador, adoramos la creación (lee Romanos 1.25).

No es de asombrarse que no haya asombro. Ya lo tenemos todo "explicado".

Oración: Dios, que nunca deje de maravillarme de lo que eres y lo que has hecho. Que mientras más estudie y conozca, más razones tenga para adorarte. Más que entender el funcionamiento del universo y las galaxias, que entienda el funcionamiento de mi alma y tu corazón. En el nombre de Jesús te lo pido, amén.

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