Juan 1.12
"A todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad para ser hechos hijos de Dios."
Mientras una familia vivía en Río de Janeiro, conocio a varias familias estadounidenses que fueron a Brasil para adoptar niños.
Allí pasaban días, algunas veces semanas, inmersos en un idioma diferente y en una cultura extraña. Lidiaban con el papeleo y pagaban los costosos derechos con la única esperanza de llevarse un niño a vivir con ellos en los Estados Unidos.
Ese deseo de querer adoptar a un niño, y amarlo como uno propio nos hace preguntarnos:
¿No ha hecho Dios lo mismo por nosotros?
Entró en nuestra cultura, combatió la resistencia y pagó el indecible precio que exigía la adopción.
Legalmente somos suyos.
Es nuestro dueño.
Gozamos de todo privilegio legal otorgado a un hijo suyo.
Solamente esperamos que regrese.
Estamos, como dijo Pablo, «esperando la adopción» (Romanos 8.23).
¡Gloria a Dios, nuestro Padre!
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