Pues por medio de Él la ley del Espíritu de vida me ha liberado de la ley del pecado y de la muerte. Ro 8:2
miércoles, 12 de febrero de 2014
SINCEROS CON DIOS: LA HISTORIA DEL NIÑO QUE TRAGÓ TABACO
"El que encubre sus pecados no prosperará."
Proverbios 28.13
En su libro "En Manos de la Gracia", Max Lucado cuenta la siguiente historia:
"Nuestro entrenador de béisbol (en la escuela secundaria) nos tenía prohibido estrictamente mascar tabaco. Había un par de jugadores que se sabía que mascaban a escondidas, y él quería hacerlos objeto de nuestra atención.
Y captaron nuestra atención, es cierto. No pasó mucho tiempo sin que todos lo probásemos. Una experiencia segura de hombría era dar una mascada cuando la bolsa se pasaba de mano a mano por el banquillo. Yo apenas había sido seleccionado para formar parte del equipo; y ciertamente que no pretendía fallar esta prueba de hombría.
Un día acababa de meterme en la boca una pulgarada de tabaco cuando uno de los jugadores advirtió: «¡Ahí viene el entrenador!». Como no quería que me descubrieran, hice lo que era natural: me lo tragué."
Imaginemos por un instante al niño con el tabaco en su cuerpo. Es casi seguro que ahora comprendemos mejor el significado de la porción bíblica: «Mi cuerpo decayó por mi gemir de todo el día…». Definitivamente Max pagó el precio de esconder su desobediencia.
Su cuerpo no fue creado para ingerir tabaco. Tu alma y la mía no fueron creadas para encubrir el pecado.
¿Puedo hacerte una pregunta con franqueza? ¿Escondes algún secreto que no quieres que Dios sepa? Toma el consejo de aquel jugador de tercera base con náuseas. Te sentirás mejor si lo vomitas, si lo expulsas de tu ser... Y hoy es un buen día para ello.
Oración: Señor mi Dios, sé que no he sido creado para encubrir pecado. Sé que te he fallado y tú lo sabes también. Ya no quiero fracasar más ni encubrir mis faltas. Las confieso hoy delante de tí con la esperanza de que Tú me ayudes a no volver a fallar. Gracias por tu infinito amor y misericordia. Hoy tomo la decisión de seguirte con todo mi corazón, libre y voluntariamente y me niego a seguir siendo esclavo del pecado. Con tu ayuda lo puedo lograr, en el nombre poderoso de Jesús. Amén.
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