Hechos 4:11
"Jesucristo es
»“la piedra que desecharon ustedes los constructores,
y que ha llegado a ser la piedra angular”."
La multitud alrededor de la cruz se volvería a encontrar. Pilato, Herodes, Anás y Caifás pensaron que todo había terminado cuando enterraron a Jesús, ¡pero qué equivocados estaban! Los sacerdotes habían tomado todas las precauciones. Se pagó a los soldados que custodiaban la tumba. Los seguidores de Jesús fueron disueltos y los adoradores amenazados. Cristo, que había resucitado de entre los muertos, faltaba; algunos decían que había ascendido.
Cincuenta días después de la crucifixión y diez días después de la supuesta ascensión, la ciudad de Jerusalén quedó asombrada por el evento más dramático de su historia. Miles de personas se agolparon cerca de una pequeña habitación del piso superior donde 120 creyentes habían estado orando y esperando en secreto. De ese encuentro surgiría un esfuerzo misionero que llegaría al mundo entero. Se produjo una explosión espiritual que los sacerdotes y los funcionarios nunca pudieron contener. El Espíritu Santo de Dios había llenado a estos creyentes, y cargarían por todo el mundo con las gloriosas noticias.
Debido a que estaban llenos del Espíritu Santo, hablaron con valentía acerca de Cristo; la gente reconoció que habían estado con Jesús; y no pudieron guardar silencio a pesar de ser amenazados, golpeados y encarcelados. Incluso durante la persecución, oraron por poder en lugar de liberación. El mundo entero sería sacudido por estos creyentes. Hoy, antes del regreso de Cristo, podemos mover nuestro mundo como esos hombres hicieron con el suyo.
Jesús, el mismo ayer, hoy y siempre, puede llenarnos tan llenos del Espíritu Santo que nosotros también podemos hablar con valentía, mostrar con nuestro rostro que hemos estado con Cristo, no podemos callar lo que hemos visto y oído.
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