lunes, 18 de noviembre de 2019

COMUNIDAD



Juan 13:34
"»Este mandamiento nuevo les doy: que se amen los unos a los otros. Así como yo los he amado, también ustedes deben amarse los unos a los otros."


En nuestra sociedad individualista, muchos de nosotros a menudo nos sentimos solos. A veces estamos realmente solos; en otras ocasiones simplemente nos sentimos solos. Algunos de nosotros, condicionados por nuestra cultura, creemos que estamos mejor solos y creemos que no necesitamos la ayuda de los demás. Sin embargo, el evangelio, y toda la Escritura, para el caso, refuerza la verdad de que fuimos creados para hacer comunidad. Dios nos creó no para ser seres aislados, sino personas que viven la vida con los demás. La forma principal en que nosotros como cristianos vivimos en comunidad es perteneciendo a la iglesia.

Cuando nuestra cultura piensa en la comunidad, a menudo piensa en un club social o una organización formada en torno a un interés o causa específicos. Pero la iglesia es algo mucho mayor. Es el "cuerpo" de Cristo. Y la naturaleza de nuestras relaciones con otros cristianos se describe en el Nuevo Testamento como koinonia, una palabra griega a menudo traducida como "comunión". Esto significa que nosotros como cristianos tenemos comunión unos con otros y participamos en la vida juntos. No solo eso, sino que también tenemos comunión con Cristo y participamos en su vida y misión.

La comunidad es una oportunidad. La comunión en la iglesia se convierte en un tutor y una vía para que amemos y sirvamos a los demás, incluso a los que están fuera de la iglesia. Sobre todo, la iglesia está llamada a reflejar el amor de la Trinidad. Dios existe en tres personas: Padre, Hijo y Espíritu Santo. Él es la verdadera unidad en la diversidad, y estamos invitados a no solo compartir el amor de la Trinidad, sino también a extender ese amor a todos los que nos encontramos.

Una razón por la cual Dios ha establecido la iglesia es para que podamos experimentar concretamente el amor de Cristo. Sin embargo, este amor nunca tuvo la intención de limitarse a la comunidad de la iglesia. Más bien, debería desbordarse generosamente en todas nuestras comunidades, incluidos nuestros lugares de trabajo. El amor de Cristo cambia la forma en que vemos nuestra comunidad de trabajo. 


Nuestros compañeros de trabajo no son simplemente personas que nos ayudan a realizar nuestro trabajo o nos ayudan a avanzar profesionalmente. No, Dios los ha colocado en nuestras vidas para que podamos amarlos y servirlos, incluso si son radicalmente diferentes de nosotros. Estamos llamados a amarlos, para que no solo florezcan sino que también experimenten el amor y la misericordia de Dios.

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