jueves, 14 de noviembre de 2019

REFLEXIÓN




Lucas 8:13
"Los que están sobre las piedras son los que reciben la palabra con alegría cuando la oyen, pero no tienen raíz. Estos creen por algún tiempo, pero se apartan cuando llega la prueba."


La salvación es obra de Dios. Vino a través de Jesucristo al derramar su sangre en la cruz (ver Jn 3:17; Ro 5: 9). Aquellos que experimentan la salvación reciben la vida eterna como un regalo de gracia que reciben por fe (ver Ef. 2 5,8). Este don viene por la misericordia de Dios, no como resultado del esfuerzo humano (ver 2 Ti 1: 9; Tito 3: 5).

Dado que la salvación es una obra de la gracia de Dios de principio a fin (ver Ro 1:17; Gálatas 3: 1 - 3), los que pertenecen a Cristo pueden estar seguros de que nunca perderán su salvación. Han sido designados para recibir salvación, no para sufrir ira (ver 1 Tes 5: 9). También hay una dimensión subjetiva de esta garantía. El Espíritu Santo "testifica con nuestro espíritu que somos hijos de Dios" (Ro 8:16). En otras palabras, cuando somos hijos de Dios, el Espíritu Santo nos ayuda a saber con confianza que somos herederos de la vida eterna.

Pero la seguridad no es excusa para la complacencia. La gracia de Dios transforma a los que están en Cristo (véase 2 Co. 5:21; Jas. 2:14 - 26; 1 Jn. 3: 3). Por lo tanto, aquellos cuyas vidas no muestran evidencia de esta transformación deben examinarse a sí mismos para ver si realmente han confiado en Cristo (ver 2 Cor 13: 5; Heb 6:1-8).

Para esas personas, la pregunta no es si podrían perder su salvación, sino si alguna vez la poseyeron en primer lugar.

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