Juan 14:2-3
"En el hogar de mi Padre hay muchas viviendas; si no fuera así, ya se lo habría dicho a ustedes. Voy a prepararles un lugar.
Y, si me voy y se lo preparo, vendré para llevármelos conmigo. Así ustedes estarán donde yo esté."
El salón de banquetes del rey Salomón era un lugar de esplendor, utilizado para ocasiones de gran alegría. Estaba amueblado con las mejores cosas para que las celebraciones fueran extravagantes y lujosas. Su amada estaba ansiosa por reunirse con el rey allí, consciente de que el privilegio de estar en un lugar así solo sucedía porque ella estaba con él. Su estandarte sobre ella es un símbolo de la permanencia de su compromiso con su amada. Más que una simple asociación, fue elegida, reclamada no por la fuerza sino con amor.
Cuando Jesús completó su misión en la tierra, ascendió al Padre para preparar un lugar para su esposa, la iglesia (Jn 14: 2-3). Los hombres y mujeres en Cristo son elegidos y reclamados por amor. Son salvados por gracia, un regalo invaluable de Dios (Efesios 2:8-9). Su futuro en la extravagancia del cielo está establecido y garantizado porque pertenecen al Rey. Al final de la vida, los que creen en Jesús disfrutarán de un banquete eterno. Se deleitarán en los placeres del cielo; el mayor de ellos es la presencia de Aquel que es amor (1 Jn 4: 8).
Jesús, quiero vivir bajo la bandera de tu amor. Quiero que todos sepan que te pertenezco y solo a ti. Amén.
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