Tú sabes, Señor, que me he quejado mucho por
los achaques de la vejez; sin embargo, hay algunas estupendas ventajas
cuando se envejece.
Ahora soy mucho más paciente de lo que solía ser, me gustan más las personas
y las acepto como son; y aprecio más los momentos de paz que paso
regularmente con tu Palabra. Yo solía estar demasiado ocupado, o pensaba
que estaba demasiado ocupado para leer mi capítulo por día; ahora, ese
es para mí el mejor momento de cada día. “¡Cuánto amo yo tu Ley! ¡Todo
el día es ella mi meditación! Por heredad he tomado tus testimonios para
siempre, porque son el gozo de mi corazón” (Salmo 119:97,111). Mis
alegrías son ahora dos veces más grandes porque sé que tú las enviaste;
mis problemas son ahora la mitad porque sé que tú los llevas conmigo.
Tu Palabra me explica el enigma de la existencia humana. Tu Palabra me
dice la verdad, consuela mi corazón y me da esperanza. Tu Palabra revela
que Tú estás interviniendo activamente en todo, detrás de la escena,
para hacer que todas las cosas obren para el bien de los que te aman. Tu
Palabra me da la seguridad de que tú no dejarás de amarme jamás, de que
yo tengo un gran valor para ti, y que tú sigues teniendo una tarea para
mí.
¿Cómo puedo servirte mejor hoy, Señor?
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