Pues por medio de Él la ley del Espíritu de vida me ha liberado de la ley del pecado y de la muerte. Ro 8:2
miércoles, 30 de abril de 2014
GRACIAS POR RESCATARME
Tú sabes, Señor, que y trato de ser responsable y que me ocupo de mis asuntos. No quiero ser una carga para nadie; trato de atender a todas las cosas, y quiero decir todas las cosas. Quizás pueda tener excesiva confianza en mi capacidad para afrontar cada uno de los problemas.
Quizás por eso me demoro tanto en buscar ayuda; no quiero que parezca que estoy suplicando. Tengo que admitir que soy orgulloso, pero siempre que he necesitado una gran ayuda en un gran problema, tú has estado ahí para ayudarme; siempre he sabido que hubo intervención divina, no hay otra posible explicación de la solución. Te doy todo el crédito; no sé si sólo dijiste una palabra o si enviaste un ángel, o si sólo te inclinaste. “Me diste asimismo el escudo de tu salvación; tu diestra me sustentó y tu benignidad me ha engrandecido” (Salmo 18:35).
Voy a seguir luchando por valerme por mi mismo, pero voy esforzarme aún más por ser lo suficientemente humilde para pedir ayuda cuando la necesite. Voy a alegrarme sabiendo que tú siempre estás conmigo y haces que todas las cosas obren para mi bien, y voy a alabarte con anticipación por todas las cosas que tú seguramente estarás haciendo por mí, y que yo no alcanzo a notar. Gracias a ti, gracias a ti. ¡Tú eres el mejor!
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