lunes, 14 de abril de 2014

... Y LO ADORARON


Mateo 8:25–26
Los discípulos corrieron a despertar a Jesús:
—¡Señor, sálvanos! ¡Nos estamos hundiendo!
—Hombres de poca fe, ¿a qué viene tanto miedo?


Veamos este otro versículo: «Los otros discípulos, maravillados, se arrodillaron y le dijeron: —¡No cabe duda de que eres el Hijo de Dios!» (Mateo 14:33)

Después de la tormenta, los discípulos lo adoraron. Nunca habían hecho esto antes como grupo. Nunca. Verifícalo. Abre la Biblia. Trata de encontrar un caso en que los discípulos en grupo lo adoraron.

No lo vas a encontrar. No los encontrarás adorando cuando sana al leproso. Ni cuando perdona a la adúltera. Ni cuando predica a las multitudes. Estaban dispuestos a seguirle. Dispuestos a dejar su familia. Dispuestos a echar fuera demonios. Dispuestos a estar en el ejército.

Pero después del incidente en el mar lo adoraron.

¿Por qué?

Muy simple. 
En esa ocasión los salvados eran ellos.
¿No te ha pasado?

 

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