Mateo 8:3
"Jesús, extendiendo la mano, lo tocó y le dijo:—Quiero. ¡Ya estás curado!"
Oh, el poder de un toque divino. ¿Lo has conocido?
El doctor que te atendió, o el maestro que enjugó tus lágrimas?
¿Hubo una mano que sostuvo la tuya durante el funeral?
¿O sentiste una mano en el hombro durante el juicio?
¿Un estrechón de manos de bienvenida en un nuevo empleo?
¿Podemos nosotros ofrecer lo mismo?
Muchos ya lo hacen. Algunos tienen el toque maestro del Médico mismo. Usan las manos para orar por el enfermo y ministrarle al débil. Si no lo estás tocando personalmente, tus manos escriben cartas, marcan números de teléfono, hornean pasteles. Has aprendido el poder de un toque.
Pero algunos tendemos a olvidar. Nuestro corazón es bueno; es la memoria la que es mala. Olvidamos cuán significativo puede ser un toque.
¿No nos alegramos de que Jesús no cometió el mismo error?
Extracto del libro "Como Jesús"
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