Pues por medio de Él la ley del Espíritu de vida me ha liberado de la ley del pecado y de la muerte. Ro 8:2
martes, 27 de agosto de 2019
LLAMADOS
2 Corintios 5:17
"Por lo tanto, si alguno está en Cristo, es una nueva creación. ¡Lo viejo ha pasado, ha llegado ya lo nuevo!"
El evangelio nos dice que cada creyente es una nueva creación y un hijo de Dios. Es a partir de esta nueva identidad que fluye nuestro sentido de propósito y trabajo. Saber quiénes somos es fundamental para saber lo que estamos llamados a hacer. La capacidad de discernir nuestro llamado fluye de nuestra relación con el Dios que nos llama.
Dios nos ha hablado a través de las Escrituras y, finalmente, a través de su Hijo (ve Hebreos 1:2). No solo eso, sino que también el trabajo continuo del Espíritu Santo nos lleva a la verdad y nos ayuda a entender quiénes somos en Cristo y qué fuimos creados y redimidos para hacer.
Hablar sobre el llamado a menudo se reduce a la pregunta: "¿Qué quiere Dios que haga con mi vida?" Sin embargo, el llamado abarca mucho más que las respuestas a nuestras preguntas sobre la carrera y la ocupación. El llamado concierne a la totalidad de nuestras vidas.
Llamar no es solo una categoría para aquellos que buscan algún tipo de ministerio formal; se trata del deseo de Dios de que todos los creyentes vivan como embajadores de su reino.
La mayoría de las personas intentan buscar el trabajo perfecto, uno que no solo se alinee con sus dones y pasiones, sino que también les dé un sentido profundo de propósito y significado. Al hacerlo, a menudo nos sentimos tentados a ver el trabajo como la fuente de nuestra identidad en lugar de su expresión. Pero para el cristiano, el trabajo es mucho más que una simple manera de usar nuestros talentos. Tampoco es el trabajo el último marcador de identidad. Es una manera de vivir el llamado de Dios en nuestras vidas.
La palabra "llamado" evoca para muchas personas la idea de una experiencia mística o una gran tarea que realizar. Pero la verdad es que el llamado se aplica a la vida cotidiana, no meramente al trabajo "significativo" o "espiritual". Si nos dirigimos a Dios solo durante los momentos de gran decisión de nuestras vidas, perderemos el privilegio de experimentar el papel del Espíritu Santo de guiarnos día a día.
El mayor regalo de ser llamado es conocer a la persona que llama. Es este conocimiento íntimo el que proporciona la comprensión y la sabiduría que necesitamos para tomar decisiones importantes, tanto pequeñas como grandes, en nuestras vidas.
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