viernes, 1 de abril de 2016

CRISTO, SUMO SACERDOTE



Hebreos 4:14
"Teniendo, pues, un gran sumo sacerdote que trascendió los cielos, Jesús, el Hijo de Dios, retengamos nuestra fe."


Cuando Jesús, el Hijo, se presentó como mayor que Moisés (capítulo 3), Él estaba entre otras cosas describiéndose como sumo sacerdote. Aquí el tema es retomado y mencionado cinco veces.

Un sacerdote se presenta por nosotros ante Dios. Su trabajo consiste en actuar en nuestro nombre para que podamos encontrar el favor o aprobación ante el Todopoderoso. Para este acto, Jesús es sumamente calificado. En primer lugar, Él vino como uno de nosotros, completamente humano. Él conoce nuestras debilidades y es capaz de tratar con cuidado con nosotros. Sin embargo, Él es perfecto delante de Dios porque vivió sin pecado. En segundo lugar, ningún sacerdote se nombra a sí mismo como sacerdote. Dios designó a Cristo para el trabajo. Si Dios le ha dado el papel, ¿tenemos alguna razón para buscar otro?

El peligro de los cristianos hebreos, a quienes esta carta fue dirigida, fue que podrían ser apartados, rechazados. No es fácil ser diferente. Estoy seguro de que los judíos encontraron consuelo en la observación de la práctica de tener un sacerdote ofreciendo sacrificios por sus pecados. Había una atracción para los cristianos judíos de seguir lo que era, después de todo, una práctica ordenada por Dios. El mensaje aquí para todos nosotros es que no hay mejor sacerdote que Jesús. No hay otro camino, no hay otra verdad.

Acerquémonos el Trono de Dios con confianza, con regularidad y frecuencia.

A pesar de que Cristo era el Hijo de Dios, Él tenía que aprender la obediencia a través del sufrimiento. Si somos hijos de Dios seguro que también nos quiere perfeccionar por ese medio. Demos gracias a Dios que en cualquier situación, tenemos a Cristo, que intercede y lucha por nosotros.

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