Pues por medio de Él la ley del Espíritu de vida me ha liberado de la ley del pecado y de la muerte. Ro 8:2
martes, 5 de abril de 2016
JESÚS, NUESTRO INTERCESOR
Hebreos 7:24-25
"pero Él conserva su sacerdocio inmutable puesto que permanece para siempre.
Por lo cual Él también es poderoso para salvar para siempre a los que por medio de Él se acercan a Dios, puesto que vive perpetuamente para interceder por ellos."
Aunque sabemos que el corazón de nuestra fe es la transformación de nuestras vidas por medio de la palabra de Dios y la acción del Espíritu Santo, asistir a la adoración los domingos y días especiales juegan un papel importante en nuestra vida cristiana. De la misma manera, a pesar que mantener la ley era la expresión cotidiana de fe judía, los sacrificios del templo eran eventos importantes para los hebreos.
Cualquier persona que estudie el Antiguo Testamento conoce la importancia del sacerdote, cuyo papel fue instituido en la Ley. El sacerdote ofrecía sacrificios a Dios según lo prescrito. No cualquiera podría ser un sacerdote. La Ley se indica que tenía que ser un descendiente de Aaron y Leví. Así que ahora al declarar que Jesús es un sacerdote superior a los hijos de Aarón, el autor de Hebreos nos dice dos cosas acerca de la institución superior del sacerdocio de Jesús. La primera es que, Él es un sacerdote de una orden, el orden de Melquisedec, que era antes y mayor que Aarón. Él es un sacerdote que es también un rey de justicia y sin principio ni fin. En segundo lugar, su nombramiento no es de genealogías, sino que le fue dado por un juramento de Dios, algo en lo que es imposible que Dios mienta.
Habiendo mostrado nuestra necesidad de un sacerdote, el escritor nos lleva a considerar ahora el maravilloso sacerdote que es Jesús. A diferencia de otros sacerdotes, Jesús vive para siempre y no necesita ningún sucesor. Su sacrificio de sí mismo una vez por todas no necesita ser repetido.
Jesús es capaz de salvarnos en cada situación, ya que vive siempre para interceder por nosotros. Él es nuestro sacerdote por excelencia, el mejor intercesor que pueda existir. ¡Aleluya!
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