viernes, 22 de abril de 2016

CREO, PERO...


Marcos 9:24
"Al instante el padre del muchacho gritó y dijo: Creo; ayúdame en mi incredulidad."

 
Sólo se necesita un fracaso de alguien para que el mundo lo condene a él y a todo lo que representa. Los escribas habían visto muchos milagros, pero eligieron atribuirlas al diablo, (Belcebú). Les bastaba ver un fallo para condenar todo lo que Jesús hacía y representaba. 


Un hombre había llevado a su hijo a los discípulos y éstos no habían podido ayudarle. La insuficiencia humana era evidente, tanto en la desesperación del padre como en el fracaso de los discípulos. Habían intentado aplicar una fórmula religiosa y no había funcionado. Ellos no tenían  el poder en sí mismos para hacer que funcionara. El padre no tenía poder tampoco. Si él pudiera haber hecho cualquier cosa por su hijo, creo que lo habría hecho. La situación era grave, pero Jesús estaba preparado para el desafío.

Vemos aquí la condición de lo milagroso. El padre dijo a Jesús: "
Si puedes hacer algo, ten compasión de nosotros y ayúdanos..." Y Jesús les dijo: "¿Cómo que si puedo?" La petición del padre se volvió hacia Él en forma de un desafío. Cuando el padre oyó la respuesta de Jesús, exclamó: "Creo, ¡ayuda mi incredulidad!" En verdad que podría ser el grito de cada uno de nosotros cuando creemos que Dios puede trabajar en nuestras vidas, pero a veces es difícil de creer que Él puede trabajar en nuestra situación. No debemos tener miedo de confesar nuestra sensación de insuficiencia y nuestra lucha con la fe. Cuando venimos humildemente a Dios, Él bendecirá y multiplicará la poca fe que tenemos.

El darnos cuenta de nuestra insuficiencia conduce a la confianza en la capacidad de Dios. Hoy reiteremos que siempre vamos a confiar en Jesús y su poder para ayudarnos cuando estamos en problemas, no importa cuán grandes sean. Creemos, pero ¡Que Dios aumente nuestra fe!


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