Lucas 10:40
"Pero Marta se preocupaba con muchos quehaceres, y acercándose, dijo: Señor, ¿no te da cuidado que mi hermana me deje servir sola? Dile, pues, que me ayude."
Su pensamiento sobre lo que verdaderamente importaba no le estaba ayudando mucho. "Sirvo," debe ser el lema de todos los integrantes de la familia real del cielo. Pensaba que el hacer y hacer y hacer era lo importante. Amaba a Cristo, sí. Lo intentaba agradar, sí. Pero no se preocupó por preguntarle a Su Señor cómo quería agradarle. No era culpa suya que estuviera tan ocupada preparando una fiesta para el Maestro. Marta quizás estaba feliz, por tener la oportunidad de atender a un invitado muy especial; y feliz, también, de tener el espíritu de dar todo de sí para que no existieran detalles sin atender.
Su fallo fue que ella creció terminó olvidándose del invitado, y sólo se recordaba del servicio. Los quehaceres hicieron que se rompiera su comunión con esa persona especial. Realmente la enseñanza que podemos tomar de esta situación es que debemos hacer un equilibrio entre Marta y María. Servirle es una fantástica forma de honrarlo con los dones que nos ha dado. Pero que el servicio no nos aparte de una comunión con Él y de disfrutar de su compañía. Para ello necesitamos gracia y disposición. Josué nunca se cansó en la lucha contra los amalecitas; pero Moisés, en la cima de la montaña estaba en oración, necesitando dos ayudantes para sostener sus manos. Ninguno era más espiritual que el otro, simplemente hay un tiempo para todo y lo más importante es disfrutar de la compañía de Dios.
Amados, no descuidemos las cosas externas, que son lo suficientemente buenas en sí mismas, pero por sobretodo, no descuidemos la comunión personal con Jesús. Hagamos todo lo posible para servir y atender a Jesús, pero pronto vayamos a sentarnos a sus pies, una vida con ese equilibrio es una vida rica en espíritu, alma y cuerpo.
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