Pues por medio de Él la ley del Espíritu de vida me ha liberado de la ley del pecado y de la muerte. Ro 8:2
lunes, 5 de septiembre de 2016
VIVO PARA ADORARLE
Daniel 9:26
"Y después de las sesenta y dos semanas se quitará la vida al Mesías, mas no por sí; y el pueblo de un príncipe que ha de venir destruirá la ciudad y el santuario; y su fin será con inundación, y hasta el fin de la guerra durarán las devastaciones."
Bendito es Su Nombre, no había ninguna causa de muerte en Él. Ni el pecado original ni real le habían contaminado, y por lo tanto la muerte no tenía ningún derecho sobre Él. Ningún hombre podría haberle quitado la vida, porque simplemente la muerte no tenía (ni tiene) poder sobre Él. Pero he aquí que uno peca y otro sufre. La justicia se sintió ofendida por nosotros, pero encontró su satisfacción en Él. Ríos de lágrimas, montañas de ofrendas y holocaustos, mares de sangre de bueyes, y nubes de incienso no pudieron eliminar el pecado; pero Jesús fue ofrecido por nosotros, y todos los pecados fueron pagados para siempre. En esto consiste el amor, lo que llevó al Redentor a dar la vida por pecadores.
El objeto especial de la muerte del Mesías era la salvación de su iglesia. Para todos los que creen en Él, el Señor Jesús es un Salvador presente, y sobre ellos toda la sangre de la reconciliación ha sido rociada. Para los que lo rechazan, no hay sustituto por ellos, deberán pagar por sus pecados. Que todos los que confiamos en el mérito de la muerte del Mesías dejemos que la gratitud inunde nuestros corazones y haga de nuestras vidas ofrendas de agradecimiento para Él.
Vivamos para adorar al que dio su vida por nosotros. Él se lo merece todo.
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