Pues por medio de Él la ley del Espíritu de vida me ha liberado de la ley del pecado y de la muerte. Ro 8:2
martes, 6 de septiembre de 2016
¡Y HE AQUÍ EL CORDERO!
Apocalipsis 14:1
"Después miré, y he aquí el Cordero estaba en pie sobre el monte de Sion, y con él ciento cuarenta y cuatro mil, que tenían el nombre de él y el de su Padre escrito en la frente."
El apóstol Juan tuvo el privilegio de mirar dentro de las puertas del cielo, y en la descripción de lo que vio, comienza diciendo: "Miré, ¡Y he aquí el Cordero!" Esto nos enseña que el principal objeto de la contemplación en el estado celestial es "el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo." Nada más atrajo la atención del apóstol tanto como la persona de ese Ser Divino, que nos ha redimido con su sangre.
Él es el tema de las "canciones cristianas". Debería ser nuestro objetivo, nuestra meta, nuestro destino. Si haces de tu vida terrenal una ofrenda agradable a Dios, verás el mismo Cordero exaltado en su trono. La alegría diaria de nuestro corazón debería ser agradar a Jesús. Pero en este día vayamos más allá: Que no importando si hubiera cielo o infierno, podamos amar y adorar a Jesús con todo nuestro ser. No por lo que hemos de recibir, ni siquiera por lo que ha hecho por nosotros, sino por el simple hecho de existir.
Que nuestro deseo sea amar a Jesús, anhelar verlo cara a cara para adorarlo por la eternidad. Bendito el Cordero de Dios que ha sido inmolado para librarnos de una eternidad sin Él.
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