Pues por medio de Él la ley del Espíritu de vida me ha liberado de la ley del pecado y de la muerte. Ro 8:2
lunes, 13 de febrero de 2017
CARGÓ NUESTRO PECADO
Isaías 53:6
"Todos nosotros nos descarriamos como ovejas, cada cual se apartó por su camino; mas Jehová cargó en Él el pecado de todos nosotros."
Aquí una confesión de pecado común a todo el pueblo elegido de Dios: Todos hemos han caído, y por lo tanto, en coro común, todos podríamos decir, desde el primero que entró en el cielo hasta el último que entrará allí: "Todos como ovejas nos descarriamos". La confesión, aunque unánime, es también especial y particular: "Cada cual se apartó por su camino".
"Cada cual se apartó por su camino", es una confesión de que cada hombre había pecado contra la luz propia de sí mismo, o pecó con una agravación que no podía percibir en otros. Esta confesión es sin reservas. No hay una palabra que quita su fuerza, ni una sílaba a modo de excusa. La confesión es una renuncia a todas las súplicas de justicia propia. Es la declaración de hombres conscientemente culpables, culpables de agravios, culpables sin excusa: se ponen de pie con sus armas de rebelión destrozadas y gritan: "Todos como ovejas nos hemos extraviado, hemos vuelto cada uno a nuestra propia manera". Sin embargo, no escuchamos dolorosos lamentos a esta confesión de pecado... Pero la siguiente oración lo hace casi una canción. "El Señor ha puesto sobre Él la iniquidad de todos nosotros".
Es la sentencia más grave de las tres, pero desborda de consuelo. Es extraño que donde la miseria estaba concentrada, la misericordia reinaba. Donde la tristeza alcanzó su punto más alto, las almas cansadas encuentran descanso. El Salvador herido es la curación de los corazones heridos.
¡Veamos cómo la penitencia más humilde da lugar a la confianza asegurada simplemente mirando a Cristo en la cruz, y reconociendo su señoría en nuestras vidas!
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