miércoles, 15 de febrero de 2017

SUBAMOS AL MONTE




Isaías 2:3
"Y vendrán muchos pueblos, y dirán: Venid, y subamos al monte de Jehová, a la casa del Dios de Jacob; y nos enseñará sus caminos, y caminaremos por sus sendas. Porque de Sion saldrá la ley, y de Jerusalén la palabra de Jehová."


Las preocupaciones de este mundo y el engaño de las riquezas son capaces de asfixiar todo lo bueno dentro de nosotros, y nos volvemos inquietos, desanimados, tal vez orgullosos y carnales. Es bueno cortar estas espinas y espinos, porque la semilla celestial sembrada entre ellos no es probable que produzca una cosecha. Y ¿dónde encontraremos una hoz mejor con la que cortarlos que la comunión con Dios y las cosas del reino? 


En los valles de Suiza, muchos de los habitantes están deformados, y todos llevan una apariencia enfermiza, porque la atmósfera está cargada de miasma, es decir, agua estancada. Pero allá arriba, en la montaña, se encuentra una raza fuerte, que respiran el aire fresco y limpio cuando sopla desde las nieves vírgenes de las cumbres alpinas. Sería bueno que los habitantes del valle pudieran dejar frecuentemente sus moradas entre las marismas y las nieblas de fiebre, e inhalar el elemento de refuerzo sobre las colinas. 

Que el Espíritu de Dios nos ayude a abandonar las nieblas del miedo y las fiebres de la angustia y todos los males que se acumulan en este valle de la tierra y ascender a las montañas de alegría y bendición anticipadas. ¡Que Dios y el Espíritu Santo corten las cuerdas que nos mantienen aquí abajo, y nos ayudan a ascender! Nos sentamos muy a menudo como las águilas encadenadas atadas a la roca, solamente que, al contrario del águila, comenzamos a amar nuestra cadena. No es nuestra naturaleza, no deberíamos amar estar así.

Que Dios ahora nos conceda la gracia de dejar de amar la cadena y anhelar estar en la cima de la montaña, para entrar en comunión con el Altísimo. Así sea.

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