miércoles, 1 de febrero de 2017

COMO INCIENSO AGRADABLE




Ezequiel 20:41
"Como incienso agradable os aceptaré, cuando os haya sacado de entre los pueblos, y os haya congregado de entre las tierras en que estáis esparcidos; y seré santificado en vosotros a los ojos de las naciones."


Los méritos de nuestro gran Redentor son tan dulces para Dios, son olor fragante que calman la ira que provoca nuestro pecado. Si hablamos de la justicia activa o pasiva de Cristo, hay una fragancia igual. Había un sabor dulce en su vida activa por la cual Él honraba la ley de Dios, e hizo que cada precepto brillara como una joya preciosa en el marco puro de su propia persona. 


Tal era también su obediencia pasiva, cuando soportó con una sumisión inamovible, el hambre y la sed, el frío y la desnudez, y al fin sudó grandes gotas de sangre en Getsemaní, dio su espalda a los que lo hirieron y sus mejillas a los que arrancaron los cabellos, y se sujetó a la madera cruel, para que pudiera sufrir la ira de Dios en nuestro favor. Estas dos cosas son dulces ante el Altísimo; Y por el bien de su hacer y su muerte, sus sufrimientos sustitutivos y su obediencia vicaria, el Señor nuestro Dios nos acepta. ¡Qué belleza debe haber en Él para superar nuestra falta de belleza! ¡Qué sabor tan dulce para disipar nuestro mal sabor! ¡Qué poder de purificación en su sangre para quitar el pecado como el nuestro! Y qué gloria en su justicia para hacer aceptables a tales criaturas inaceptables en el Amado! 

Creyente: ¡Cuán seguro e inmutable debe ser nuestra aceptación, puesto que está en Él! Tengamos cuidado de que nunca dudemos de nuestra aceptación en Jesús. No se nos puede aceptar sin Cristo. Pero, cuando has recibido su mérito, no puedes ser inaceptable. A pesar de todas nuestras dudas, temores y pecados, el ojo de gracia de Jehová nunca nos mira con cólera. Aunque Él ve pecado en ti, en ti mismo, sin embargo, cuando te mira a través de Cristo, no ve pecado. Siempre eres aceptado en Cristo, siempre eres bendecido y querido al corazón del Padre. 

Por lo tanto levantemos una canción, y como vemos que el incienso sube y la fragancia llega a los lugares altos, tengamos por seguro que así suben nuestras oraciones y alabanzas cuando son genuinas y provienen de un corazón agradecido por la salvación que nos vino a dar Cristo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario