Pues por medio de Él la ley del Espíritu de vida me ha liberado de la ley del pecado y de la muerte. Ro 8:2
lunes, 6 de febrero de 2017
MOLIDO POR NUESTROS PECADOS
Isaías 53:5
"Mas él herido fue por nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados; el castigo de nuestra paz fue sobre él, y por su llaga fuimos nosotros curados."
Pilato entregó a nuestro Señor a los romanos para que fuera azotado. El azote romano era un terrible instrumento de tortura. Estaba hecho de los nervios de los bueyes, y los huesos afilados estaban intercalados cada cierta distancia entre los tendones... De modo que cada vez que el látigo bajaba, estas piezas de hueso infligían laceración temerosa, y arrancaban la carne del hueso. El Salvador estaba, sin duda, sufriendo un salvaje castigo. Había sido golpeado antes. Pero éste en particular era probablemente el más severo de sus castigos hasta el momento.
Creyente en Jesús, ¿Puedes contemplarlo sin lágrimas, mientras está delante de ti el espejo del amor agonizante? Él es a la vez justo como el lirio de la inocencia, y rojo como la rosa con el carmesí de su propia sangre. A medida que sentimos la sanación segura y bendita que sus heridas han forjado en nosotros, ¿Nuestro corazón no se derrite de inmediato con amor y dolor? Si alguna vez hemos amado a nuestro Señor Jesús, seguramente debemos sentir ese afecto resplandeciendo ahora en nuestro seno.
¡Mira cómo está el paciente Jesús, insultado en su forma más baja! Los pecadores han atado las manos del Todopoderoso, y escupido en el rostro de su Creador. Con espinas su cabeza envía corrientes de sangre de todas partes. Pero los azotes más agudos destrozan su corazón. Nos gustaría ir a nuestras cámaras y llorar... Pero ya que nuestro trabajo nos llama, primero rogaremos a nuestro Amado que imprima la imagen de su Santo sangrado en nuestra mente todo el día, y al caer la noche volveremos a tener comunión con Él, y que podamos meditar sobre el dolor que nuestro pecado le provocó.
La próxima vez que nos sintamos tentados a negar a Nuestro Señor, a ofenderlo con nuestros pecados, recordémonos del dolor que Él sufrió para que nosotros fuéramos libres... ¡Bendito sea Nuestro Amado Señor Jesucristo!
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