Pues por medio de Él la ley del Espíritu de vida me ha liberado de la ley del pecado y de la muerte. Ro 8:2
martes, 28 de febrero de 2017
SU PASIÓN NOS DIO VIDA
Salmos 22:14
"He sido derramado como aguas,
Y todos mis huesos se descoyuntaron;
Mi corazón fue como cera,
Derritiéndose en medio de mis entrañas."
¿Acaso la tierra o el cielo contempló un espectáculo más triste de aflicción? En el alma y el cuerpo, nuestro Señor se sentía débil como el agua derramada sobre la tierra. La colocación de la cruz en su zócalo lo había sacudido con gran violencia, había tensado todos los ligamentos, dolido todos los nervios y más o menos dislocado todos sus huesos.
Cargado con su propio peso, el santo en agonía sintió la tensión aumentando cada momento de esas seis largas horas. Su sensación de debilidad general era abrumadora; mientras que para su propia conciencia se convirtió en nada más que una masa de miseria y enfermedad desmayada. Cuando Daniel vio la gran visión, describe así sus sensaciones: "No quedó fuerza en mí, porque mi vigor se convirtió en corrupción, y no conservé ninguna fuerza." ¿Cuánto más débil debió ser nuestro SeñorJesús cuando vio la Temerosa visión de la ira de Dios, y sentirla en su propia alma? Para nosotros, las sensaciones como la que sufrió Nuestro Señor hubieran sido insoportables, y una inconsciencia bondadosa hubiera venido a nuestro rescate. Pero en su caso, fue herido, y sintió la espada; drenó la taza y probó cada gota.
"¡Oh rey de la pena!" (Título extraño, pero verdadero para ti de todos los reyes) Rey de heridas, ¿cómo me afligiré por ti, que en toda pena me previenes? Cuando nos arrodillamos ante el trono de nuestro Salvador ahora ascendido, recordemos bien el modo en que lo preparó como un trono de gracia para nosotros. Bebamos de su copa en el espíritu, para que seamos fortalecidos para nuestra hora de pesadez cada vez que venga.
En su cuerpo natural, cada miembro sufrió, y así debió ser en el espiritual... Pero como de todas sus aflicciones, salió ileso a la gloria y al poder, para que podamos adorarlo, rendirle honor... y vivir para Él.
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