Pues por medio de Él la ley del Espíritu de vida me ha liberado de la ley del pecado y de la muerte. Ro 8:2
martes, 21 de febrero de 2017
QUEBRANTAMIENTO
Salmos 51:14
"Líbrame de homicidios, oh Dios, Dios de mi salvación;
Cantará mi lengua tu justicia."
En esta solemne confesión, es agradable observar que David claramente nombra su pecado. No lo llama accidente o desliz, ni habla de ello como una imprudencia por la cual un desafortunado suceso le ocurrió a un hombre digno, sino que lo llama por su verdadero nombre, la maldad de sangre.
En realidad no mató literalmente al marido de Betsabé, pero sí estaba planeado en el corazón de David que Urías fuera asesinado. Aprendamos en la confesión de David el ser honestos con Dios. No demos nombres justos a las faltas... Llamarlas de otra forma no hará que se sientan más dulces. Lo que Dios ve es pecado, fealdad, muerte. Observa que David fue evidentemente oprimido con la atrocidad de su pecado. Es fácil de usar las palabras, pero es difícil sentir su significado. El Salmo 51 es la fotografía de un espíritu contrito. Busquemos ser quebrantados cuando cometamos algún pecado. Por muy excelentes que sean nuestras palabras, si nuestro corazón no es consciente de lo que merece tras el pecado, no podemos esperar encontrar el perdón.
Nuestro texto tiene en él una oración ferviente - está dirigida al Dios de la salvación. Es su prerrogativa perdonar. Es su propio nombre y su cargo el salvar a los que buscan su rostro. Mejor aún, el texto lo llama el Dios de mi salvación. Sí, bendito sea su nombre, mientras yo todavía voy a Él a través de la sangre de Jesús, puedo regocijarme en el Dios de mi salvación.
El salmista termina con un voto digno de elogio: "Cantará mi lengua tu justicia". Debemos cantar la obra terminada de un precioso Salvador. Y el que ha sido más perdonado cantará con más fuerzas. Así sea.
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